EL LOCAL DE LA UCSMT

Al pie del pirul


La transformación de un pequeño cuarto con techo de lámina y muros de cartón en un recinto comunitario multifuncional que atiende tanto necesidades culturales como problemas del día a día, como los cobros excesivos de luz, es un testimonio inspirador del poder del trabajo comunitario y la determinación.
Todo comenzó cuando miembros de la Unión de Colonos de San Miguel Teotongo (UCSMT) se dieron cuenta de que necesitaban un espacio para abordar los desafíos que enfrentaban como comunidad. Este modesto cuarto se convirtió en el punto de partida. A través de esfuerzos voluntarios y la contribución de recursos locales, la UCSMT comenzó a renovar el espacio, paso a paso.
En un principio, se utilizaron habilidades locales y materiales asequibles para mejorar la estructura, reemplazando el techo de lámina y los muros de cartón por materiales más sólidos. Poco a poco, la comunidad se involucró en la transformación. Las reuniones se llevaron a cabo allí para discutir temas comunitarios, como los altos costos de la electricidad. La participación activa de los residentes permitió abordar estas preocupaciones de manera más efectiva.
Con el tiempo, este espacio se convirtió en un verdadero centro comunitario. No solo se trataba de discutir problemas, sino también de celebrar la cultura local. Se organizaron eventos culturales, talleres educativos y programas sociales que beneficiaron a todos los miembros de la comunidad. El trabajo comunitario continuó, permitiendo la expansión y mejora constante del lugar.
Hoy, el recinto comunitario de la UCSMT es un faro de esperanza y progreso. Gracias al esfuerzo y el compromiso de la comunidad, puede albergar proyectos de avanzada que impulsan el desarrollo cultural y social de San Miguel Teotongo. Esta historia demuestra cómo la colaboración y la determinación pueden transformar modestos comienzos en un recurso invaluable para una comunidad.

EL PIRUL


Hace muchos años, en los límites de la ciudad, un grupo diverso de migrantes procedentes de distintas partes de la República Mexicana comenzó a establecer sus hogares en un barrio humilde.
Buscaban una vida mejor y nuevas oportunidades, lejos de sus lugares de origen. A medida que las familias se asentaban en sus modestas viviendas, una tradición peculiar comenzó a tomar forma.
Una vez a la semana, todos los miércoles, los migrantes se reunían debajo de un majestuoso árbol de pirul que se alzaba en el corazón del barrio. Este árbol era alto y frondoso, proporcionando una sombra refrescante que aliviaba el calor del verano y daba un lugar de encuentro a la comunidad. Curiosamente, la madera del pirul no servía para nada más que dar sombra, pero eso no importaba. Este árbol se convirtió en un símbolo de unidad y resistencia.
El motivo de estas reuniones era doble. Por un lado, los migrantes compartían sus experiencias y por otro lado, discutían estrategias para luchar contra las injusticias y los abusos que enfrentaban en su nuevo hogar.
Su grito unificado era claro: «No al PRI»

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